Me chiflan las sardinas y ahora que están de temporada hay que aprovechar para comerlas a todas horas, con tantas propiedades que tienen: que si Omega 3, que si son de pesca de bajura y no tienen mercurio, que si son locales y se apoya la industria pesquera nacional, y encima están baratas...lo dicho, a todas horas. Lo que a nadie le gusta es el retro-olor que dejan durante días en casa, que llega alguien tres días después y adivina lo que cenaste el viernes pasado, así que siempre ando buscando recetas que minimicen el tufo, como aquí, que se hacen al horno. Tengo la ventaja de que luego las saco a la terraza y cenamos al fresco, así que la casa queda sin olor.
Esta receta es una versión de una de Jamie Olivier, que después de pasar por mis manos se parece más bien poco a la original, pero es lo apropiado decir de donde la saqué. Yo usé 8 sardinas gallegas muy frescas y grandes, calcula según el tamaño de las sardinas, estas como eran hermosas, con dos por persona y un acompañamiento fue una cena ligera más que satisfactoria.
Aprovecho también para hacer propaganda a mis tomates, plantados hace un par de meses de unos plantones ecológicos de Cultivalia, que me dan buenas cosechas, que desde que he regresado de vacaciones ya llevo diez recolectados y como la temporada no ha hecho más que empezar, espero recolectar muchos más antes del otoño. Teniendo en cuenta que antes de hacer los cursos de huerta de Cultivalia se me morían hasta los cactus, creo que me enseñaron muy bien. ¡Aunque a veces tengo que llamarles con algún problemilla!
Ingredientes
8 sardinas gallegas
1 cebolla grande
2 tomates
1 limón, su cáscara y su zumo
30 gr. de piñones
2 cucharadas de pan rallado
2 dientes de ajo
1 puñado de perejil
Aceite y sal
Lo primero es limpiar bien las sardinas, en la pescadería me quitaron las tripas y me las abrieron, descabezándolas, pero al llegar a casa hay que repasarlas, lavarlas bien y quitarles la espina central (si es que no la quitaron en la pescadería), y si hay algunas espinas grandes que se quiten fácilmente, mejor ahora que luego.
Se van colocando limpias en un papel absorbente y una vez escurridas, se ponen en un bol con el zumo de limón y un poco de sal durante unos minutos, mientras hacemos el sofrito.
En una sartén con un poco de aceite se rehoga la cebolla picada con una pizca de sal.
Después se añade el tomate picado y se baja a temperatura media, hasta que el tomate suelte agua. En este momento se enciende el horno a la máxima potencia para que se vaya calentando.
Una vez que el tomate esté listo, se sacan las sardinas reservadas del bol y se escurren del zumo de limón. Se echa la mitad del sofrito de cebolla y tomate en una fuente apta para el horno, se colocan las sardinas abiertas sobre el sofrito y se rellenan con la otra mitad de sofrito. Ahora se añade a cada sardina unos cuantos piñones hasta terminarlos, se salan un poco y se cierran las sardinas. Se espolvorean con el pan rallado, el ajo picado en crudo, la cáscara del limón que usados para zumo y el perejil también picado.
Cuando el horno esté caliente, se mete la fuente de las sardinas durante no más de diez minutos, se sacan y se deja que se templen un poco antes de servirlas. Cualquier acompañamiento que absorba el sofrito y los jugos de las sardinas es adecuado: una ensalada de cuscús, un arroz blanco, quinua hervida, pasta fresca...
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